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domingo, 14 de marzo de 2010

La Sinfónica volvió a brillar en San Miguel






Más de 8.000 personas aplaudieron sin parar a la Orquesta Sinfónica Nacional. En un inolvidable concierto al aire libre en el centro de la ciudad, 75 músicos interpretaron un programa que incluyó clásicos de Strauss y Brahms, además de piezas de los maestros argentinos Piazzolla y Ginastera. Un espectáculo que deslumbró a la multitud.

Esta noche, la Orquesta Sinfónica Nacional abrió su temporada anual con un concierto multitudinario en San Miguel. Una noche fresca que se volvió cálida, cuando las melodías de la orquesta más prestigiosa del país se hicieron parte de las aproximadamente 8.000 personas que se acercaron. Es el tercer año consecutivo que la Orquesta pasa en esta fecha por el distrito sanmiguelino. Sin embargo, este año hubo una novedad: por primera vez tocó al aire libre, ya que en las dos anteriores oportunidades actuó en la Catedral local.

Para las 21 horas, el tramo vallado compuesto entre las calles Balbín, Sarmiento, Belgrano y Perón, estaba colmado de gente sentada. Incluso, la plaza Mitre y los alrededores de las vallas se vieron invadidas de personas paradas que llegaron al evento. Frente a ellos, en la esquina de Belgrano y Sarmiento, un enorme escenario techado e iluminado de 16 metros, lucía un imponente banner que decía: “Más cultura. Por todo San Miguel”.

Minutos antes, el director de la Orquesta, Andrés Spiller, expresó: “Volvemos a San Miguel siempre por la buena recepción de público, está todo bien organizado. Consideramos además que es una zona que también la Orquesta tiene que abarcar. Así que para nosotros es un placer volver acá. Este año, en homenaje al bicentenario de la patria, tocaremos piezas de dos compositores argentinos, Astor Piazzolla y Alberto Ginastera”.

Mientras los 75 músicos tomaban su lugar, el presentador los anunció e informó que “este es el inicio del ciclo de cultura de este año”. Luego, el Intendente Joaquín de la Torre entregó violines a estudiantes de los 12 centros culturales municipales de los barrios de San Miguel y aseguró: “Hoy tenemos más de 100 chicos que tocan violín. Y eso es muy bueno, porque entendemos que el problema que tenemos con la noche, no es por la noche misma, sino porque no atendemos el día de los chicos”. Y enseguida tuvo el honor de presentar al maestro Andrés Spiller y a la Orquesta: “La presencia de la Sinfónica es un orgullo que se merece toda la gente de San Miguel”, expresó.

Entonces, el director Spiller comenzó a dirigir la batuta. El repertorio no incluyó sinfonías pero sí temas clásicos, populares y contemporáneos, como “Suite Nº1 de la ópera Carmen”, de Georges Bizet; “Adiós Nonino”, de Piazzolla; “Danza Húngara Nº1”, de Johannes Brahms; “Danza Eslava Nº8, Op. 64”, de Antonin Dvorak; “Polka Trish-Trash” y “Vals El Danubio Azul”, de Johann Strauss; “Danzas Polovtsianas de la ópera El Príncipe Igor”, de Alexander Borodin, y “Danza final del ballet Estancia, Malambo”, de Ginastera.

A las 22:45, los aplausos se hicieron oír tanto como la Orquesta Sinfónica Nacional lo había hecho durante su repertorio. Al unísono de las palmas, una serie de fuegos artificiales estallaron en el cielo sanmiguelino. Luego, de a poco, el público comenzó a retirarse. Pero la melodía que en sus mentes se repite será mucho más grata que la brisa nocturna. No cabe duda.

Andrés Spiller

Este joven director, que además es oboísta, tuvo en esta ocasión a 75 músicos bajo su batuta. Estudió en Buenos Aires con maestros de la talla de Edwin Leuchter, Guillermo Graetzer, Teodoro Fuchs e, incluso, su propio padre, Ljerko Spiller. Al poco tiempo, perfeccionó sus estudios orquestales en la Escuela Superior de Músicos de Colonia, Alemania, una de las más prestigiosas en su género.

Es solista de la Camerata Bariloche, de la Orquesta Sinfónica Nacional y de la Academia Bach. Integró también un trío con Mónica Cosachov y Tomás Tichauer.

Desde 1978 hasta 2005 dirigió la Orquesta de Cámara de la Municipalidad de La Plata y en 1994 se integró como subdirector a la Orquesta Sinfónica Nacional. En 1989 y 1999 recibió el diploma de honor otorgado por la Fundación Konex, como uno de los cinco mejores ejecutores de instrumentos de vientos de madera de la historia argentina.

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